La verdad es que me resulta difícil hablar de mí, al menos si quiero contar algo interesante, diferente o extraordinario. Tal vez, deba comenzar diciendo que no hay nada de eso y que soy una mujer común, madre, esposa, hija, hermana… nada que no sea alguna de las tantas mujeres que me cruzo por la vida. Quizá, la diferencia está en que una vez quise cambiar la rutina y comencé a pensar en escribir mis propias fantasías, para matar el tiempo y entretenerme con algo diferente. Y lo hice.
Escribí cada pensamiento, cada sueño, cada frase que me gustaba o estrofa de canción que me emocionaba y un día me encontré con mi block de notas lleno, entonces comencé a darle forma a mi primera novela que titulé «Volver a intentar», más tarde le cambié el nombre, pero de todas maneras, no la publiqué.
La emoción que sentí al escribir la palabra «Fin» es algo que todavía hoy no puedo describir, fue como un logro para mí, de esos que uno cree que no va a poder cumplir. Fue como llegar a la meta. Tal vez nunca la publique, o sí, quién sabe. Es tanto el trabajo que necesita que no me decido. Lo importante es que lo hice, con sus cosas malas y buenas llegué a completarla y a sentirme orgullosa de ella.
A esa historia le siguieron algunas más, todas románticas y apasionadas, con dramas y desencuentros, con alegrías y llantos, fracasos y aciertos, como la vida misma, en realidad. Y mientras más escribía, más quería escribir…
Pasaron años, unos cuantos, y por fin una de mis aventuras salió a la luz. No fue fácil tomar el riesgo. Me sentía insegura, pero también atrevida.
Con entusiasmo, ansiedad y cierto porcentaje de miedo publiqué Helena, la princesa de hielo. Así me enfrenté a las críticas. No me fue tan mal, por eso me cargué de energía positiva y emprendí con más entusiasmo este camino, lleno de rosas y espinas, largo y difícil, pero hermoso.
No sé si tengo un meta, un destino, y tampoco me lo cuestiono, solo disfruto del paisaje y agradezco cada paso.
Ustedes, mis lectores, son mi paisaje.
¡Gracias por acompañarme!