Primero te cuento un detalle: me encantan las motos grandes y si son negras, ufff, esas ya son palabras mayores. Tuve un novio que… mejor dejo esta anécdota para otra oportunidad.
Voy a hacer las cosas bien y comenzar por el principio.
Cuando emprendí el camino de la escritura, descubrí que mi mente me jugaba sucio, a veces, y que quería aportar ideas, que bien podían ser recuerdos, fantasías, gustos, experiencias…
Intenté rebelarme, lo juro, porque no tenía ganas de escribir sobre mí. Fue en vano.
Suena como que necesito hacerme ver con algún profesional, pero no. Estoy bien, te lo prometo.
Continúo…
Pensarás que empeora, igual, sigue leyendo, que llegaré a aclararlo todo de alguna manera. Eso espero.
Cuando escribo, mis dedos tipean sin demasiado control. No es que no piense en lo que estoy haciendo, sino que las ideas fluyen más a prisa que «otras» ideas. Van como en una carrera. ¡Esto es muy difícil de explicar…! Lo que quiero decir es que lo que llevo pensado y analizado desde antes va a paso más lento que lo que surge espontáneo, esto último, corre. Y es el pensamiento que gana, el que se imprime en los libros.
No siempre, (intento convencerme).
Casi siempre (me resigno).
Por esto que te expliqué antes, si es que pudiste entenderlo, es que la moto negra se convirtió en el vehículo de un protagonista.
No parece tan complicado. Creo que quien lo enredó todo fui yo. O sea… que mi gusto por las motos negras se deslizó por las puntas de mis dedos y lo escribí sin pensarlo dos veces mientras tecleaba una escena del protagonista masculino. Así de simple.
(Ahora que encontré el camino para contarte el motivo de esta entrada del blog, intentaré no irme por las ramas).
El caso es que, ese mismo protagonista, Alex, en una escena, habla con los peces de su sobrina. Resultó que la jugada de mi mente (antes mencionada) fue rememorar a mi padre conversando con los peces de mi hermana, poniendo las llaves sobre el agua, esperando una reacción de ellos y no, esos bichitos bonitos no son de andar haciendo demostraciones. Él igual lo hacía a diario, era su manera de darles cariño.
La escena quedó graciosa y va bien con el personaje, aunque, te juro que nunca pensé en escribirla (se escribió sola), solo salió… de la misma manera que el medio de transporte, o sea, la moto.
Ahora, ya sabes qué tienen en común: Una novela.
Su título es Helena, la princesa de hielo.
¿Qué?
¡Ah! Lo olvidaba.
Lo de mi primera vez se refiere a que fue «mi primera vez» publicando un libro.
¿Qué pensaste?
No, de ninguna manera te contaría eso… no.
¿Lo habré mencionado en alguna de mis novelas? Ya sabes, por eso de mi mente entrometida.
Espero que no.
¡Qué papelón!
Te agrego un dato sobre Helena, la princesa de hielo, hace poquito le cambié la portada, ya te lo conté creo, y me tiene enamorada. Te la dejo como imagen del post para me cuentes si te gusta tanto como a mí.

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Nos leemos en breve.
Un abrazo enorme.
Ivonne.